Si hubieras vivido hace 270 millones de años, tal vez te lo hubieras pensado dos veces antes de darte un chapuzón en el océano. Porque uno de los monstruos prehistóricos más aterradores del mundo submarino era el dueño de uno de los dientes más espeluznantes que haya conocido el hombre: el helicoprión.
Cuando un geólogo ruso descubrió un extraño fósil durante unas excavaciones en los montes Urales en 1899, no se imaginaba que era solo el comienzo de lo que se convertiría en un misterio perdurable para los paleontólogos de todo el mundo. Durante décadas, los expertos intentaron descifrar no solo a qué tipo de criatura había pertenecido este diente en espiral, que recordaba a una motosierra, sino también en qué parte de su cuerpo se encontraba.
Tras descubrir el primer fósil de su tipo, Alexander Petrovich Karpinsky lo bautizó como Helicoprion, que significa “sierra espiral”, pues al examinarlo más de cerca se dio cuenta de que en realidad se trataba de los restos fosilizados de una espiral creada por dientes similares a los de un tiburón.
El problema con los tiburones es que sus esqueletos están hechos de cartílago en lugar de hueso, lo que significa que la única parte de su cuerpo que se fosiliza son los dientes. El enigma para los paleontólogos es tratar de reconstruir cómo habría sido una antigua criatura marina basándose únicamente en sus colmillos fosilizados. Esto puede explicar por qué les llevó tanto tiempo resolver el misterio.
Fósil de un diente de Helicoprion descubierto en Idaho. (James St. John / CC BY 2.0)
Karpinsky estuvo cerca de la verdad cuando sugirió que la espiral de dientes del Helicoprion era parte de la boca de un tiburón, pero en un principio asumió que era parte de un hocico en espiral parecido al de un elefante. El paleontólogo estadounidense Charles Rochester Eastman se mostró escéptico y propuso en 1900 que era parte de la aleta dorsal del tiburón.
En los años siguientes se descubrieron decenas de ejemplares similares en lugares remotos del mundo, pero sin ningún contexto corporal, los expertos se vieron obligados a seguir formulando hipótesis sobre la ubicación real y la función de sus inusuales dientes.
Todo esto cambió en 2013, cuando los investigadores decidieron realizar una tomografía computarizada de un fósil de Helicoprion hallado en Idaho en la década de 1950 y almacenado en el Museo de Historia Natural de Idaho. Este fósil en particular incluía segmentos de lo que alguna vez fue la mandíbula de Helicoprion y, por lo tanto, finalmente pudieron comprender cómo encajaba el remolino en la imagen.
El Helicoprion, que medía entre cuatro y siete metros de largo, era en realidad una especie de pez eugeneodonto cartilaginoso y no un tiburón. En medio de la boca poseía una notable espiral de dientes que sobresalían en el lugar donde cabría esperar una lengua, como una motosierra. Los expertos creen ahora que durante más de 20 millones de años, la estructura dental del Helicoprion se utilizó para serrar a sus presas o incluso para quitarles el caparazón a los cefalópodos de cuerpo duro.
Imagen superior: Hasta que se descubrió la verdadera ubicación de su espiral dentaria, existían varias teorías sobre el aspecto que tenía el Helicoprion en el pasado. Una reconstrucción obsoleta de un Helicoprion. (Señalización pública, Museo Field de Historia Natural, Chicago, Illinois, EE. UU.). James St. John / CC by SA 2.0.